viernes, febrero 19, 2010

Sainete: "El triunfo de las mujeres"


En estos días de carnavales varios llega a mis manos la figura de Juan Ignacio González del Castillo, dramaturgo gaditano nacido en 1763 y muerto en 1800. Según las informaciones consultadas fue un famoso autor, contemporánero de l escritor madrileño Ramón de la Cruz.
Y me recuerda a los carnavales de Cádiz por su aceptación popular y su función crítica. Los sainetes llenaban los teatros del siglo XVIII al igual que había ocurrido con los entremeses, luego los pasos y las comedias de los siglos XV y XVI. He seleccionado uno de los sainetes de González del Castillo "El triunfo de las mujeres" donde aparece la reivindicación de la mujer. Bien es verdad que desde una visión muy simple: la mujer es imprescindible para el funcionamiento de la intendencia familiar (lavar, coser, cocinar y tener hij@s), lo demás (su necesidad de realizarse, de conocer otras gentes, o de lo contrario, ser modesta o incluso fértil es considerado un defecto).
Pero tiene su actualidad porque plantea la situación de un grupo de hombres que deciden prescindir de las mujeres y ocuparse ellos de todas las tareas domésticas. Podéis imaginar el final.

Fuente: Obras completas, edición de L. Cano, Madrid: Sucesores de Hernando, 1914, 3 vols

El triunfo de las mujeres. de Juan Ignacio González del Castillo

sábado, febrero 13, 2010

Hay un arte femenino? III Elizabeth Smart

Cuando la vida es pasión y la pasión se convierte en Literatura

Elizabeth Smart (Diciembre 27, 1913 – Marzo 4, 1986) nació en el seno de una familia socialmente destacada de Ottawa. Comenzó a escribir a edad temprana: publicó su primer poema a los diez años y reunió su primer libro de poemas a los quince. A los dieciocho años dejó su país para estudiar música en Londres. Aficionada a la lectura, un día descubrió la poesía de George Barker y se enamoró no solo de los versos que leía, sino de su mismo autor. Se propuso conocerle y casarse con él. No paró hasta conseguir iniciar una relación epistolar con el poeta y, poco después, arreglar un encuentro personal con él. Casi de inmediato iniciaron un apasionado romance que se prolongaría largos años, casi el resto de sus vidas.

En 1941, después de quedar embarazada, ella volvió a Canadá, donde tuvo a su primera hija. Barker intentó visitarla, pero la familia de Elizabeth utilizó sus influencias para que as autoridades impidiesen su entrada en el país. Ella regresó a los Estados Unidos y poco después, en plena guerra, se trasladó a Londres, donde Barker residía. En Londres tuvo a su segundo hijo. Durante todo este tiempo realizó trabajos de administrativa.

Fue en esos años en los que escribió su obra más conocida, En Gran Central Station me senté y lloré. Se publicaron dos mil ejemplares en 1945, pero el libro no tuvo realmente éxito hasta mucho tiempo después. Es una obra de ficción, pero con marcados tintes autobiográficos, en torno a su relación con Barker. El libro disgustó enormemente a la madre de Elizabeth, que destruyó todos los ejemplares que pudo conseguir y logró que se prohibiera su publicación en Canadá.

Elizabeth todavía tendría dos hijos más con Barker, que nunca llegó a dejar a su esposa. De hecho, tuvo un total de quince hijos con diversas mujeres.

La relación de ambos fue problemática y tumultuosa. Ambos bebían y tenían frecuentes altercados. Pero el amor enfermizo que Elizabeth sentía por el poeta, una verdadera obsesión, duraría toda su vida.

Cuando quedó encinta de su tercer hijo, Elizabeth fue despedida del Ministerio de Cultura, en el que trabajaba en Londres. A partir de entonces trabajó como redactora de anuncios, y después en la revista Queen, de la que llegó a ser editora. En este tiempo disminuyó su dependencia de Barker y vivió una vida más libre.

En Gran Central Station me senté y lloré había circulado mientras tanto por Nueva York y Londres como libro de culto. Fue republicado en 1966 con gran éxito de crítica. Elizabeth se retiró a una casa de campo en Suffolk. Allí escribió la mayor parte de su obra. Escribió mucho, como queriendo recuperar el tiempo perdido. En 1977, después de 32 años de ausencia del mundo editorial, publicó dos nuevas obras, The Assumption of the Rogues & Rascals y una pequeña colección de poemas, A Bonus. Siguieron In the Meantime (1984), una antología de poesía y prosa, y sus dos volúmenes de diarios: Necessary Secrets: The Journals of Elizabeth Smart (1986).

Murió en Londres de un ataque al corazón.

"Estoy sobrepasada, enmarañada en mi cama, estoy infestada por una marabunta de deseos. Mi corazón es devorado por una paloma, un gato hurga en la cueva de mi sexo; sabuesos obedecen en mi cabeza a un adiestrador que sólo grita cosas confusas, a medida que las horas ponen a prueba mi resistencia con un cúmulo de torturas.
¿Quién, si lloro, me escucharía entre las órdenes angelicales?
Estoy lejos, más allá de esa isla de los días donde, una vez, según parece, vi crecer una flor y conté los pasos del sol, y alimenté, si mi memoria me es fiel, al animal sonriente en su hora señalada. Recibo heridas, heridas con ojos que ven un mundo triste, que siempre será así, incurable y a la vista, y bocas que cuelgan en el cielo de sangre.
¿Cómo puedo ser amable? ¿Cómo puedo encontrar el alivio del pájaro que construye el nido día a día?. La necesidad no proporciona alas de terciopelo con las que escapar.
Estoy efectiva y mortalmente penetrada por las semillas del amor ".
(Traducción de Rosa Pérez)

En Gran Central Station me senté y lloré acaba de ser publicada en español por la editorial Periférica.